domingo, septiembre 19, 2004

Diario personal

La escritura de un diario te difama, te condena, te desmiente, te confirma. Es la sombra, alargada o más corta, o casi sin existencia propia depende el punto de iluminación, el foco, el cenital, el spot, el reflector, la lamparita, la vela, la bujía, la luna, sus ojos.
La escritura diaria, personal, es la cadena, el calabozo, la celda, la prisión; el mangual que salta y golpea. Condenada de por sí a escribir sucumbo en estas prácticas herejes, marginales, íntimas, salvajes, indómitas, primitivas. ¿Condena? No. Yo elegí este suplicio al que me entrego a diario, salteado, cortando en juliana, silbando bajo un tema de Zepellin.
Oh oscuras oquedades de mi mente: iluminad la pluma, y que deje de fluir sangre y sea más tinta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No dudes que la pluma iluminada hace que fluya la tinta impulsada por los latidos de tu sangre.
Besos.